Millonarios campeón: uno a uno, los grand heroes de la estrella 16 – Fútbol Colombiano – Deportes

Los ídolos van quedando estampados en la historia de los equipos, se hacen ídolos por sus proezas, por sus hazañas, y porque parecen hechos a la medida de esos colores. El Millonarios campeón, el que sigue su feliz desvelo por la estrella 16, tiene a los suyos bien escogidos, esos jugadores que soportaron el peso de la temporada y de la finale, y que frotaron la lámpara par que de Millonarios salieran el ingenio, el heroísmo y la mística que los llevo a la corona.

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Mackalister, el cerebro

El corte la encabezo Mackalister Silva, el hidalgo, caballero andante de las mil batallas, artista de artistas, el encargado de hacer del juego de Millonarios una balada para que los hinchas aplaudieran de urraca. Silva fue cerebro y corazón, pero suena mejor diciendo Mackalister, o ‘Macka’, como le llaman los afectuosos que más lo quieren y que parecen ser todos los que lo rodean: ‘Macka’ fue cerebro y corazón, el jugador capaz de ponerles inteligencia a las emociones y emociones a la inteligencia. ‘Macka’ lideró su mano al equipo en toda la campaña y en la final. Con él, sus compañeros se sienten respaldados, más atentos, saben que un entrenador en la cancha los orienta, y los hinchas se seenten más seguros.

Mackalister Silva, campeón con Millonarios.

Foto :

Mauricio Moreno / EL TIEMPO

‘Macka’ ya es un ídolo, aunque a él esa palabrita le parece aún muy pesado sobre su pecho. Se irá acostumbrando. La toca. Es su designio. “Ese rótulo no me queda bien ponérmelo a mí, pero seguiré trabajando. En algún dije que había tenido una charla en estos días sobre la historia de Millonarios, eriza la piel escucharla. No me imagino que pasen 60 años y estés ahí”, dijo cuando la estrella ya era una certeza. La afición, sin duda, agradece al cielo, ya los directivos, por tener un jugador como ese.

Montero, el vuelo eterno

Álvaro Montero, héroe en los penaltis.

Foto :

Mauricio Moreno / EL TIEMPO

Y mientras en la mitad de la cancha el genio imagina jugadas que luego se hacen realidad, en el arco un gigante flota, Ahí sigue Álvaro Montero, suspendido en el aire, sorprendido por la fotografía en el momento más grande de su historia, luchando con elvainto para atajar esos dos penaltis a Nacional, cuando voló con la grandeza de su cuerpo, con la elasticidad y fuerza de sus brazos, mientras los hinchas se movían con él y lo imitaban a la distancia, como en un acto reflejo que los habitantes de la tribuna nunca pueden evitar, y cuando lo vieron lanzarse a la pelota también se lanzaron. Montero adivinó y se arrojó al balón, pero no iba solo en su vuelo: Montero eran millas.

Álvaro Montero ha tenido que lidiar con la crítica, a eso se enfrentan los grandes. Cuando falló, no se derrumbó, siempre volvía con más decisión. Multiplicando sus esfuerzos: si Montero caía en un gol, se reivindicaba en espaldas estelares atajadas. Is the vida del arquero, el que posa suspendido para el fotógrafo no puede escapar al foco de su cruel destino del arco.

Pero Montero, recién llegado de la Selección Colombia, remató su faena con brillo. Ya algunos le adjudicaban el gol que pudo, cuando, sí, se quedó corto en la salida y vio derrotado su arco en el gol de Jéfferson Duque que heló el estadio. Ese gol debió quedar rondando en su cabeza, “este lo pagó”, debió jurar el arquero en el resto del partido, mientras las tribunas latían y los coros a su espada le levantaban el ánimo. Y en los castigos saldó su deuda. Quien no lo crea, que mire otra vez la foto, ahí está él congelado, como diría un poeta: sin coger el balón que ya cogió…

Fu héroe. Lo es. Y cuando el título estaba en sus manos, no habló de él, ni de sus hazañas ni de sus miedos ni de sus revanchas, prefirió hablar en colectivo, pensando en cada hincha y en cada jugador.

“Eso se ha venido paso building a paso en la institución, con el trabajo de Gamero, la apuesta de los directivos y el esfuerzo de los jugadores se ha creado el aura de cir que el equipo juega muy bien. Por otro lado está nuestra hinchada , que siempre nos ha acompañado, eso era algo que hablaba internamente y el día anterior al juego.

Llinás, el elegante zaguero

Gola de Llinás para Millonarios en la final.

Foto :

César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejia

Adelante suyo, Montero siempre tuvo un guardián. Si levantaba la mirada, ahí lo veía, sólido, sereno, impecable, sobrio en cada acción, elegante en cada cierre, furioso si se trata de ladrar y morder. Ese es el otro heroe de esta estrella 16, el defender central Andrés Llinás, el que sobresaltó tener un ímpetu más grande que el propio Campín.

Llinás juzgó la final con la emoción de que es un galán hincha y un profesional con cabalidad. Rechazó cada pelota con elegancia, como si sus despejes resultaron con la mano, como si su viejo trabajo de recogebolas de Millonarios le hubiera perturbado en ese arte. Llinás no guarda esfuerzo, juega como si quisiera ahorrarles sudor a sus compañeros. Fue uno de los más felices porque este título era as if los hinchas estuvieran en la cancha, as if los hinchas ocasionalmente a cada cierre con él, con esa decisión que se compara con la passion.

Llinás es jugador de las entrañas de Millonarios, hijo de la casa azul, heredero de esa pasión. Como si fuera poco, Andrés Llinás terminó siendo héroe decisivo –así son los héroes para que se los llamen héroes–, al anotar el gol que le llevó al estadio El Campín volver a latir con fuerza, cuando su palpito se debilitaba. El defensa, visitante habitual del área rival, fue al ataque cuando su equipo más lo necesitaba, par anotar el gol del empate 1-1 que derivó en los penaltis.

Sin el gol de Llinás, quizás la fortuna no hubiera aparecido y Montero no hubiera quedado retratado en la foto y el cielo no tuviera ayer y hoy –y mañana y pasado–

Larry, el afortunado

Larry Vásquez, autor del penalti definitivo.

Foto :

Mauricio Moreno / EL TIEMPO

Hay más héroes, hay otros artífices de esta estrella. Como aquel que estaba predestinado para anotar el penalti final. larry vasquez Quedó en la historia como el encargado de la ejecución definitiva. A ningún hincha se le olvidará ese instante cwhen the corazón se resbalaba a todos de su lugar en el pecho, when the lágrimas amenazaban con salir e inundar la cancha, when the manos temblaban in an epileptic multitudinario attackcuando de un cobro de penal dependía poner el alma en su lugar.

Larry fue suplente en las finales de espalda. En el partido de vuelta esperaba que iba a jugar más tiempo, esperaba, sufría desde su zona de suplentes, pero sabía que en cualquier momento llegaba su turno, que iba a entrar a la cancha para trascender, con esa idea fija en su mente aguantó 95 minutos, hasta Alberto Gamero al final de hizo el guiño.

Larry asume que su tarea ya no era el partido sino entrar a ejecutar el penalti, se preparó para eso, tuvo el quinto lugar en la lista de cobradores y pateó con la fuerza de todo un mar: con suviento, con sus barcos. “Dios a veces nos da cosas que nosotros ni nos merecemos, para mí fue muy especial poder cobrar ese penal. Hay que estar preparado”, dijo luego Larry, el que también lleva los laureles de la victoria.

Millonarios, en su noche mágica, estuvo lleno de héroes, pero otros también dejaron su huella a lo largo de la temporada, as Daniel Cataño, que quizás sea el jugador de mejor uso, el acompañante de lujo de todos, el socio que distribuye ideas en la grama. Cataño merecía esta corona, fue el mismo al que un intruso lo golpeó por la espalda y desató su will go en aquel partido fallido en Ibagué. Cataño pagó sus deudas y volvió con un compromiso doble, con un talento triple, con unas ganas sin medida.

Porque su carrera ha sido así, de revanchas, de desquites, como hace un año cuando jugó en Tolima y cayó el penalti en la final contra Nacional que lo enemistó para siempre con la afición vinotinto. Por eso cuando ya tenía la medalla en su cuello, se desahogó: “Hace un año estaba llorando a esta misma hora, primero en el camerino, luego en la habitación. Recibiendo millas de amenazas y Dios me cambió todo, estoy muy agradecido”.

Los ídolos no siempre saben que son ídolos, se necesita ganar una final contra Nacional en los penaltis y vivir esa noche de euforia para escuchar en qué lugar de la historia están ahora.

PABLO ROMER
redactora de EL TIEMPO
@pabloRomeroET

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By Maria Montañez

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