Los combustibles fósiles, los principales responsables de la crisis climática, tendrán un protagonismo indiscutible en la cumbre del clima que comienza esta semana. No solo porque esta cumbre, la COP28, se celebra en una de las sedes globales del petróleo y el gas: Dubái. De hecho, el presidente de esta cita, que se organiza bajo el paraguas de la ONU y en la que participan casi 200 naciones, será el sultán Ahmed Al Jaber, ministro de Industria de Emiratos Árabes Unidos. Y director ejecutivo de ADNOC, la empresa pública de combustibles fósiles de este país.

Su nombramiento, que se ratificará durante la apertura de la cumbre, movilizó a más de 450 grupos ecologistas, que pidieron al secretario general de la ONU, António Guterres, que frenaran esa propuesta. Su departamento explicó que tanto el lugar en el que se celebra cada cumbre como quién la preside es algo que deciden los negociadores de los 200 países que participan en las conversaciones sobre cambio climático. Las sedes son rotatorias y en 2023 le tocaba a la región de Oriente Medio. Y la propuesta del presidente parte del país organizador y la suelen aceptar el resto de naciones sin problema.

En cualquier caso, la sede y el presidente de esta cumbre (que tiene un papel crucial a la hora de dirigir las negociaciones) sirven para poner aún más en evidencia las contradicciones de la lucha climática internacional. Si se quiere que el calentamiento global se quede dentro de los límites de seguridad, el mundo debe completar una transición energética (tanto del sector eléctrico, como del transporte y la industria) para desengancharse de los combustibles fósiles, de los que viven muchas naciones, empresas e inversores. El carbón, el petróleo y el gas son los principales responsables de los gases de efecto invernadero que sobrecalientan el planeta. Y el sustituto tecnológico natural es la energía renovable, fundamentalmente la que se alimenta con sol y viento, cuyos costes se han desplomado mientras se hacen cada vez más eficientes.

Se da casi por descontado que de la COP28 saldrá un llamamiento explícito para que todos los países se comprometan a triplicar la potencia renovable de aquí a 2030. Eso supondría pasar de los 3.400 gigavatios (GW) de 2022 a los 11.000. No parece un objetivo descabellado viendo como evoluciona el sector en muchas partes del mundo.

Planes energéticos

Un análisis del grupo de expertos Ember apunta que los planes energéticos actuales de las principales potencias del mundo permitirán que en 2030 dupliquen las renovables instaladas, hasta llegar a los 7.300 GW. Estos expertos, que analizan los planes de 57 países, sostienen que es posible dar el salto perfectamente hasta los 11.000 GW y que, de hecho, las naciones no han trasladado todavía a sus planes los avances que se están dado en el sector solar y eólico.

Tanto el G20 como los dos principales actores de esta historia de crisis climática (China y EE UU) están de acuerdo con que de Dubái salga ese llamamiento para triplicar las renovables, además de impulsar la reducción del uso de energía aumentando la eficiencia. Esta es la parte más fácil, la más complicada es poner de acuerdo a las 200 naciones en fijar objetivos para el abandono progresivo de los combustibles fósiles.

La cumbre de Glasgow, celebrada en esta ciudad escocesa en 2021, se cerró con otro llamamiento al progresivo abandono del carbón sin disminuir (el que no cuenta con técnicas de captura y almacenaje de carbono). Y en la cumbre de Dubái algunas naciones —como las que acuden juntas a las COP bajo el paraguas de la UE— pretenden que se haga lo mismo para todos los combustibles fósiles, incluido el carbón y el petróleo.

Esos llamamientos no tienen una fuerza legal. Pero que se introdujera por primera vez esa mención al abandono de todos los combustibles precisamente en esta cumbre es importante. Porque la COP28 es la cita en la que se realizará un balance de los planes climáticos actuales de las naciones, que no son suficientemente duros y encaminan ahora al planeta a un calentamiento de entre 2,5 y 2,9 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales. El calentamiento está ya en 1,2 grados y el objetivo del Acuerdo de París es que se quede entre los 1,5 y los 2 grados. Por eso se necesitan actualizar los planes para que las naciones se comprometan a recortes de emisiones más duros.

Partiendo del balance de esta cumbre, los países deberán presentar sus nuevos programas en 2025. Y António Guterres instó esta semana a los gobiernos a que “cubran toda la economía y que tracen un rumbo para acabar con los combustibles fósiles”. Sin embargo, eso no parece que esté sobre la mesa en estos momentos. Un informe apadrinado por la agencia del medio ambiente de la ONU, el Pnuma, advierte de que los planes de los países productores de combustibles fósiles actuales pasan por seguir incrementando la extracción mundial de carbón hasta 2030; y por hacer lo mismo con la de petróleo y gas hasta 2050. Estos planes, si se hacen realidad, hacen imposible cumplir con el Acuerdo de París. Además, solo el 4% de los países contemplan en sus planes climáticos ahora eliminar las ayudas públicas a los combustibles fósiles, que ceban todavía más la crisis climática. Por eso se necesita un cambio de rumbo. La duda es si eso es posible que se produzca en esta cumbre de Dubái.

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